En ésta casa se establece una relación íntima, cosida, directa con la topografía y con la vegetación existente. En un paseo descendente atravesamos el “paisaje interior”, dejando atrás el mundo cotidiano, en un camino-paseo de transición en el que se van articulando las diversas estancias, entre patios de agua y vegetación, hasta llegar a la sala, que en un solo gesto se convierte en un gran porche, sin solución de continuidad entre el interior y el exterior.Ingresamos, pués, en un mundo de contraste entre el artificio y la naturaleza, que se va percibiendo a medida que nuestra vista se adapta. Encontramos una atmosfera cambiante, con luz diferente, percibiéndose así las diversas cualidades del espacio. Espacios inesperados, aparentemente ocultos, que vamos descubriendo en el deambular interno.
Cada dormitorio, dispuestos escalonadamente, tiene su propio ámbito exterior, jardín, protegido y íntimo, y al mismo tiempo vinculado al exterior común.Estos espacios marcan límites, indican caminos y enmarcan vistas.
La piscina actúa como charnela entre el espacio construido y el jardín. Jardín protegido de las vistas externas y orientado a las vistas del oeste, con un horizonte visual que nos permite apreciar todo el valle del rio Virilla, después Tárcoles, hasta el golfo de Nicoya.
Los materiales de paredes, suelos y techos serán los elementos que contribuirán a crear una atmósfera interior singular, según la pretensión inicial de envolver a sus habitantes y hacerlos partícipes de una experiencia de habitar única.
Esta casa responde a las características ya existentes del paisaje y revela nuevas dimensiones de la topografía de lugar. En su formalización y materialidad intensifica la experiencia de la luz, la sombra, la tierra, el agua y el aire. Se presenta contundente en su forma global y fluida en su articulación del espacio.